SIMÓN RODRÍGUEZ

SIMÓN RODRÍGUEZ

SIMÓN RODRÍGUEZ

Nació en Caracas el 28 de octubre de 1769.

Murió en amotape, Perú, el 23 de febrero de 1854.

La vida del maestreo Simón Rodríguez se divide en cuatro etapas: un cuarto de siglo en Caracas; otro, en siete países de Europa; un tercer lapso, siete años, desde su retorno del viejo mundo hasta la muerte de Simón Bolívar, y, un cuarto de siglo closing, en el que publica sus obras.

Retrato de Simon Rodriguez

Su pensamiento educativo lo coloca en un sitial de honor como el pedagogo más importante del siglo XIX. Una de sus premisas fue promover la originalidad, y más en una realidad tan novedosa como a la americana, porque la creatividad es la fuerza que impulsan a los pueblos de nuestra América a resolver los problemas que debe enfrentar.

Fue un hombre solidario. Todo lo que tenia lo puso al servicio de la causa social. La riqueza que acumulo en Europa, la dejó integra en su proyecto de creación de escuela para niños pobres, quienes serian los futuros republicanos. Sus preceptos son una invitación a romper con el individualismo y apoyar a los demás.

Se caracterizó toda su vida por seguir el preferrred de pensar y enseñar en libertad plena. Su vida estuvo dominada por la pasión de las letras. Además de su talento como educador, sintió la inquietud de la libertad.

Participó en el movimiento revolucionario de Gual y España; pero al fracasar esta tentativa de independencia, viaja a Jamaica con el nombre Samuel Robinson, para evitar la persecución por parte de las autoridades españolas de la época. Su espíritu aventurero lo llevo a recorrer muchos países. Durante su estadía en Europa aprendió varios idiomas; profundizó sus estudios en filosofía y entro en contacto con las teorías revolucionarias que luego darían un nuevo orden político y social en el mundo.

Más tarde, trasmitiría estos conocimientos a su más destacado alumno: Simón Bolívar. Tuvo a su cuidado la educación del niño Simón hasta los catorce años. Su manera de enseñar distaba mucho  de la tradicional, la ejercía en contacto directo con la naturaleza, que servía, según el maestro, para fortalecer el espíritu y el cuerpo, y para conocer las cosas que nos rodean.

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